Después de "Microcastle", Deerhunter volvieron con un disco que apuntaba en muy distintas direcciones, pero siempre marcado por un visible sentimiento de nostalgia/revival perfectamente remozado con su amado efecto reverb en las guitarras, que lograba hacerlo fácilmente reconocible. El resultado es un trabajo mucho más onírico, sucio y, por momentos, lo-fi, que consigue un curioso efecto hipnótico y al que podríamos considerar como un clásico desde el mismo momento de su publicación. Y lo más sorprendente de todo, recurriendo a los mínimos elementos disponibles. En este punto de su carrera, Brad Cox era -y es- un verdadero maestro en el arte de manejar a su antojo los sonidos e imágenes que planean en el subconsciente colectivo del indie internacional, sin perder de vista las formas propias de los 50, 60, 70 y 80 con las que Cox se ha ido alimentando. Especialmente, el pop de los 60. http://www.youtube.com/watch?v=ijurnaMqLxg&list=PL3F0D43D65471332E